Allí,
a lo lejos, donde el faro se encuentra.
La
luz que guía el camino, la tranquilidad, esa soledad buscada, ¿Quién no ha
soñado alguna vez vivir en un faro?
No
sé lo que tienen que atraen con gran fuerza, no solo a los barcos sino también
a las personas, esa imagen ya anticuada del farero que lleva a soñar a todo
soñador.
El
sonido de las olas chocarse contra las rocas, la espuma desaparecer…
El frío y la humedad te conducen a recuerdos de joven, esos recuerdos que
sobresalen con cariño de tardes de lluvia, de épocas de familia, de juventud ya
perdida pero bien vivida, de gente que ya no está a tu lado, ese ambiente de
nostalgia que tanto nos apasiona.
Esa
sensación de calor en el interior sabiendo que fuera hace todo lo contrario, el
café o chocolate caliente…
Las
gaviotas sobrevuelan siendo el único ruido proveniente de un ser viviente, por
lo demás, tu respiración te marca el ritmo de vida, pausadamente.
Las
montañas te rodean, demasiado lejos para resultar imponentes, simplemente
forman parte del paisaje, al otro lado, el horizonte, la inmensidad del mar.
Cierras
los ojos, notas el viento en tu piel, las gotas de lluvia fina en tu cara.
Respiras hondo el aire limpio que te enfría el interior.
Te
sientes libre, cansado, calmado, como la vida de aquel farero que en su día,
decidió vivir en el mar.
Alguna que otra vez me he imaginado esa vida... siempre con el azul horizonte clavado en la retina, el olor, el grito de las olas o el arrullo... Lo has hecho muy evocador, amigo Rendan.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero.
Me ha encantado leerte
ResponderEliminarHe cerrado los ojos y he sentido la caricia de la brisa y gotas resbalar por mi piel.
ResponderEliminarGracias por este precioso texto, ha sido un placer leerte, Rendan.
Me gusta mucho la imagen.
Un beso.
He cerrado los ojos y he sentido la caricia de la brisa y gotas resbalar por mi piel.
ResponderEliminarGracias por este precioso texto, ha sido un placer leerte, Rendan.
Me gusta mucho la imagen.
Un beso.