miércoles, 9 de enero de 2013

Vejez



Un árbol deshojado,
una mesa sin mantel,
el aire amargo;
una carta por responder.

Un llanto oxidado
tras una guerra que perder,
un suspiro largo;
una sonrisa del ayer.

Saber que todo tuvo sentido en un momento,
que este, al fin y al cabo, ni piensa ni razona,
que a todos nos afecta, nunca perdona,
que todos nos volvemos viejos con el tiempo.

Los músculos ya no están, y sin embargo pesan.
los huesos frágiles se vuelven, pero sujetan,
a este hombre viejo y torpe que no lamenta
haber tenido una vida digna, larga e intensa.

  

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